Un amigo llamado Dr. Alfredo
- Stefan

- 22 sept
- 3 Min. de lectura
Conocimos al Dr. Alfredo Dominguez en el peor momento de nuestras vidas. Yo acababa de llegar a México después de diez horas de viaje en auto. La cirugía de emergencia de Oliver había terminado. Todo lo que me dijeron fue: “Salió lo mejor posible. Oliver está estable, ahora está en coma. En unas horas podrás verlo.”
Esas “pocas horas” se convirtieron en casi diez. Diez horas interminables llenas de miedo y espera en los pasillos del hospital. Durante ese tiempo conocí a una familia alemana maravillosa que me consoló, me ayudó y nos ofreció su amistad. Hasta hoy seguimos en contacto – y en octubre nos visitarán aquí en nuestro nuevo hogar.
Entre la esperanza y la desesperación
El Dr. Alfredo era el cirujano pediátrico responsable de Oliver. En los primeros días no sabíamos a quién acudir: ¿los neurólogos, el neurocirujano? Escuchamos muchas opiniones contradictorias. Tres neurólogos nos dijeron que Oliver no saldría vivo del hospital. Incluso hablaron con nosotros sobre donación de órganos.
Pasamos un día entero en esa desesperación – hasta que llegó una llamada del Dr. Alfredo: “Por favor, vengan a la terapia intensiva.”
Fuimos, convencidos de que había llegado el momento de despedirnos de Oliver. Vio la tristeza en nuestros rostros – y dijo lo contrario: “Oliver no va a morir. Tiene una oportunidad.”
No podíamos creerlo. Pero el Dr. Alfredo fue el primero que no vio la muerte, sino la vida. A partir de ese momento decidimos escuchar solo a él y confiar en su plan.
Un plan para Oliver
Él diseñó un plan claro: médico, quirúrgico, terapéutico. Preparó los siguientes procedimientos – la gastrostomía, la traqueostomía, el catéter vesical. Nos explicó cada paso y él mismo realizó las cirugías. Cada día, nos decía, Oliver estaba más fuerte. Cada día se podían reducir los medicamentos.
Insistió en que como padres fuéramos entrenados: ventilación manual, aspiración de secreciones – cosas que al principio parecían imposibles. Cosas que nos revolvían el estómago, que nos quitaban el aire. Y sin embargo, se convirtieron en parte de nuestra vida diaria. Hoy somos expertos en el cuidado de nuestro hijo. Hoy podemos guiar a las enfermeras sobre lo que Oliver necesita. Eso se lo debemos al Dr. Alfredo.
Aprendiendo a cuidar médicamente de Oliver
El camino a casa – y más allá
El Dr. Alfredo sabía que el mayor peligro para Oliver en el hospital era una infección. Su objetivo era llevar a Oliver a casa. Para eso puso todo en marcha: entrenamientos, médicos, instrucciones. Cuando Oliver fue dado de alta, creó un grupo de WhatsApp para que pudiéramos contactarlo en cualquier momento – y lo hicimos, de día y de noche. Muchas veces él mismo nos preguntaba cómo estaba Oliver.
Poco tiempo después de la alta, Oliver tuvo que ser ingresado nuevamente en otro hospital por una neumonía. Cuando el Dr. Alfredo se enteró, no dudó: manejó cinco horas desde Ciudad de México para ver a Oliver personalmente y coordinar con los médicos del nuevo hospital sobre su tratamiento. Un acto increíble que hasta hoy nos impresiona profundamente.
Él también fue quien nos aconsejó llevar a Oliver a Chicago: “Aquí en México solo podemos estabilizarlo. Allá tendrán la oportunidad de darle vida.”
Cuando el Dr. Alfredo llegó al hospital para ver a Oliver, le regalé la camiseta número 10 de mi equipo favorito: el número del creador de juego, y también el número que Oliver recibió al nacer.
Gratitud para siempre
Hasta hoy seguimos en contacto. Estamos orgullosos de llamarlo nuestro amigo. Sin sus intervenciones en los primeros días, sin sus cirugías, sin su incansable compromiso, Oliver no habría tenido ninguna oportunidad.
El Dr. Alfredo jugó un papel decisivo en que Oliver esté vivo hoy. En que esté tan bien. En que sigamos juntos como familia.
Por eso, estaremos eternamente agradecidos.
¡Gracias, Dr. Alfredo, y a tu equipo!



















Wow, definitivamente hay médicos con mucho compromiso humano, él fue un Ángel en la tierra para Oliver.