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Extrañar a alguien que sigue aquí

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 20 sept
  • 4 Min. de lectura

Extraño a mi hijo. Extraño a ese Oliver que corría por toda la casa con pasos cortitos y gritaba “ma ma” todo el día. Extraño verlo dormir boca abajo por el babyphone. Extraño verlo jugar con sus hermanos y morirme de miedo de que lo lastimaran, aunque al final casi siempre él terminaba siendo el vencedor. Extraño al Oliver de antes del accidente.


¿Me siento culpable por extrañar esa versión de él, al mismo tiempo que me siento agradecida y afortunada de no haberlo perdido ese día? Sí. Ambos sentimientos conviven, y no se excluyen entre sí. Este Oliver no es menos que el anterior. No lo amo menos ni me gusta menos. Es diferente. Mi tarea y mi bendición como mamá sigue siendo la misma: amarlo y cuidarlo por sobre todas las cosas.


Mi familia sigue completa. Y muchas veces pienso en dónde estaríamos hoy si Oliver se hubiera ido en alguna de esas tantas ocasiones en que estuvo más cerca que lejos de la muerte. O dónde estarían ellos si yo hubiera fallecido ese día: hasta hace poco he comprendido lo cerca que también estuve yo, y de lo ignorante que fui sobre la gravedad de mis heridas.


A veces me pregunto qué habría pasado si no solo Oliver hubiera salido lastimado, sino también Julián, Sebastián o Stefan. O si yo hubiera sido la única superviviente. Es imposible no pensar en esos escenarios.


Pero igual de imposible es ver a Oliver sonreír y no sentir cómo todos esos pensamientos se arrancan de golpe, para llevarme directo al cielo, con arcoíris y pájaros cantando. Oliver tiene ese poder: el de verte de verdad. Y luego sonreír. No hay nada que una sonrisa de él no pueda curar.


Los invito a ver su foto y no sentirse de inmediato mejor.
Los invito a ver su foto y no sentirse de inmediato mejor.

Y sin embargo, lo extraño.


Oliver se chupaba el dedo hasta los ocho meses, y luego lo dejó. Sin presiones, sin que yo interviniera: un día simplemente ya no lo hizo más. Lo reemplazó por tomar mi dedo o por el de su papá, siempre el dedo gordo. Lo agarraba con su manita entera, y así calmaba sus ansiedades (y honestamente también las mías), curaba golpes y se dormía tranquilo. Su última frase antes de cerrar los ojos era: “ma ma mano”.



Hoy sigue diciendo lo mismo: “ma ma mano”. Pero ahora significa otra cosa. Ya no puede tomar mi mano como antes, pero puede sentirla acariciando sus cabellos de oro o perfilando su cara. Y así, cada noche, se queda dormido. Hay cosas que cambian, cosas que permanecen iguales y cosas que simplemente se adaptan.



Ma ma mano. Mami, quiero sentir tu mano para poder dormir
Ma ma mano. Mami, quiero sentir tu mano para poder dormir

Este sentimiento de extrañar a alguien que aún está aquí me resulta tristemente familiar. Desde hace años, mi mamá, mi fuente de inspiración, vive con Alzheimer. De a poco la he ido perdiendo, hasta que hoy solo queda una ligera sombra de lo que era.


La extraño aunque sigue aquí. Extraño sus llamadas, nuestras palabras clave, sus abrazos inquietos, su mirada que reconocía mi rostro. Extraño el poder de su abrazo y, sobre todo, escuchar de su boca aquello que tanto hoy necesito: “todo estará bien”. Me hubiera gustado que me viera siendo mamá. Es por ella que todos los días intento hacerlo lo mejor posible.


  1. El día que Oliver conoció a su abuelita "Tita".

  2. La memoria del corazón nunca se pierde.

  3. Oliver consolando con su dedo a Tita porque ese día la vió llorar.



Ella me enseñó a dar las buenas noches “zangoloteándome” en la cama, y ahora mis hijos lo aman. Ellos la conocen y la aman a su manera. Ella los ama aunque tal vez no sepa quiénes son, y lo sé porque cada vez que los ve los abraza, los llama bellísimos y se ilumina. Y cada vez que me ve, por un instante, yo puedo jurar que estamos de nuevo frente a frente hace diez años, cuando estas penas no existían.


Y también es verdad que por primera vez en mi vida, agradezco que ella no conozca mi dolor. Sé que sería aún peor para ella verme sufrir por mi hijo.


Extrañar a alguien que aún está aquí puede sonar contradictorio, pero es real. Y he aprendido a aceptar que no está mal. No estoy loca (al menos, no tanto).


Oliver está aquí. Ha tenido tantas oportunidades de irse y no lo ha hecho. Al contrario: cada día nos demuestra que su propósito es más grande de lo que nuestros ojos pueden ver.


A este Oliver puedo llamarlo “vuelto a nacer”. Es un niño con las fuerzas de un gigante. Siempre supe que mi hijo era especial, pero nunca imaginé tener que verlo en estas circunstancias. Ese niño que corría a abrir el refri para comerse jitomates a mordidas es hoy un niño que ha madurado 45 años en cinco meses, que aprendió a comunicarse más allá de las palabras, que deja atónitos a médicos y científicos.



Él es mi Oliver
Él es mi Oliver

El mismo, pero diferente.

El de antes, pero uno nuevo.






 
 
 

3 comentarios


Dios los bendiga ahora y siempre. En mis oraciones y las de mis hijos. Oliver tiene un gran propósito. Si sonrisa es divina

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a.poncev92
20 sept

Te abrazo fuerte Laura🤍 sé que nada es fácil, pero sin duda, porque lo veo cada que visito a Oli para su revisión, que su propósito en esta vida va más allá de entendimiento y que sin duda, esa fortaleza y luz que tiene con la que brilla enorme es por su hermosa familia!!!🙏🏻


Gracias por compartirnos la vida de Oli y no solo eso, sino los sentimientos de mamá, porque muchas nos podemos identificar y sentir que no estamos “locas” o no tanto🤞🏻 te abrazo fuerte

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Me quedo sin palabras al leer esto, soy mamá, de un bebé de la misma edad de Oli, y todo esto me llega a la profundidad del alma, nadie estamos exentos de que nos pueda pasar algo así, pero es de gran admiración como vosotros como familia y lo maravillosos que sois, sois capaces de superar las cosas con tanto amor y sentimiento! Gracias de corazón, yo también estoy segura de que oli, está destinado para algo muy grande en esta vida! Mucha fuerza!

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